No fui un buen estudiante en la Universidad, he de admitirlo. Prefería pasar las horas en el césped del campus o en alguna de las cafeterías que rodeaban la facultad. He de decir en mi descargo que las primeras semanas de cada semestre no faltada a ninguna clase, hasta que decidía si aquel docente valía la pena o no, si me resultaba interesante ir a la clase, o si podía saltármelas todas, ahorrándome así clases magistrales que seguramente, en años anteriores, alguien había ya pasado a apuntes.

Sin embargo había un profesor del que no perdía una sola clase, tanto yo como mis amigos peregrinábamos por cualquier asignatura que impartiese, sin importarnos lo más mínimo la materia, sólo por oírlo hablar. Bueno, lo de que no nos importaba la materia no es totalmente cierto, pues se ceñía siempre a Historia Contemporánea. Se trata de una de las escasa personas que siempre nombro con el don por delante: don Eloy Arias Castañón.

Era (es) un hombre singular, tímido, de mirada huidiza tras unas gafas de gruesos cristales, permanentemente sumergido en una nube de humo y nicotina, hablando con voz baja durante las conversaciones personales, pero que se proyectaba hasta el fondo del aula cuando un tema le interesaba. A poco que asistieses a un par de sus clases te quedabas prendado de su profunda cultura, la agilidad de ideas que demostraba en todo momento y un humor socarrón que asomaba de tanto en tanto y, que si no lo conocías de antes, te podía dejar descolocado.

Don Eloy era capaz de comparar la estrategia de expansión soviética durante la Guerra Fría con el “patapún p’arriba” de Clemente, de explicar los orígenes profundos de la Guerra de los Balcanes de forma sencilla, didáctica y sin caer en maniqueísmos, y de hacer atractiva una relación de tratados fundacionales de la Unión Europea. Ahí es nada.

En uno de sus más acertados símiles sacó a relucir aquella canción de Ricky Martin que decía “un pasito p’alante, María / un pasito p’atrás”. Según don Eloy ese había sido el ritmo, el son, de la Unión Europea hasta entonces, a veces avanzaba, a veces retrocedía… “pero al final, siempre avanza más que retrocede”, recuerdo que remató. Siguió aquel día diciendo que los dos pies con los que bailaba la Unión eran uno social y otro económico, en los sucesivos avances sociales y económicos (con sus eventuales contratiempos y pequeños retrocesos) residía su estabilidad última, su equilibrio fructífero.

Aquellos eran los tiempos anteriores al intento frustrado de Constitución Europea, no sé qué opinará ahora don Eloy, pero me gustaría poder sentarme con él y que me lo contase, estoy seguro de que aprendería mucho. Pero a mi modo de ver ahora es más necesario que nunca recuperar ese equilibrio, reanudar esa danza virtuosa. Desde el fracaso de la Constitución y, más aún, que se desencadenará la última crisis económica, la Unión parece desplazarse únicamente con el pie económico, llevando a rastras cualquier reforma o proyecto social. Me pregunto si el actual desencanto de una gran parte de la ciudadanía europea no será, en última instancia, una respuesta silenciosa ante el desequilibrio cada vez más acusado en el que está sumergida la UE.

Si lo expertos no están equivocados nos encontramos a meses de entrar en una nueva crisis económica, seguramente se requieran reformas para paliar sus efectos más perniciosos y para evitar que se repita en el futuro. Sólo espero que estas reformas no sean exclusivamente económicas, sino que se trabaje por unir más a las sociedades europeas, para desarrollar sinergias ciudadanas, por resucitar el espíritu que engendró proyectos como el espacio Schengen o las becas Erasmus.

No avanzaremos hacia la construcción de una Europa unida si sólo damos pasos con un pie, de hacerlo así, giraremos sobre nosotros mismos, sin llegar a ningún lado. Nuestro camino estará lleno de obstáculos, habrá retrocesos, caídas y malos pasos, pero al final avanzaremos. Avanzaremos si lo hacemos sobre los dos pies que nos han traído desde la Europa destruida de la posguerra hasta la de hoy.

Pero puestos a hacer el camino ¿por qué no bailar mientras avanzamos?

Un, dos, tres…