Escucha.
¿Lo oyes?
¿Escuchas los deseos de los que esperan un futuro mejor?
¿Escuchas los sueños de los que ahora son jóvenes y quieren envejecer en una sociedad más justa?
¿Escuchas los susurros de aquellos que están listos para defender lo que creen?
Hace dos años, los oí.
Una vez que se emitió el voto por el Brexit, oí a los abuelos recordar una época en la que los ingleses eran nuestros enemigos o aliados, y no nuestros hermanos. Escuché a mis padres, que vieron crecer Europa, y discutían si Europa podría caer. Escuché a mis amigos, nacidos como Europeos, preguntarse sobre su futuro.
Y decidí escuchar. Escuchar para ver si yo era el único con esos deseos y sueños.
Durante muchos meses, oí a la gente quejarse, buscar algo. Una alternativa, una esperanza: algo que pueda hacer que la marea cambie.
Pero qué podía hacer yo, un joven italiano, sin conexiones políticas, sin dinero, para luchar contra la política fracasada del pasado, para hacer frente a los extremistas, para luchar por una nueva Europa.
La idea de un movimiento europeo creció lentamente en mi cabeza, como una chispa en la oscuridad.
Un partido político transnacional que ondee la misma bandera, con la misma visión, políticas y valores, en cada uno de los países europeos. Un partido capaz de afrontar los retos que atraviesan nuestro continente, como la crisis financiera y el cambio climático, y capaz de alimentar las grandes oportunidades del futuro, como el nuevo mundo digital y una progresiva integración europea.
Esa chispa era la manera de reunir a toda esa gente que también estaba escuchando.
Primero un francés y un alemán. Después, decenas de otros soñadores de muchos más países comenzaron a unirse.
Elisabeth, una belga criada en los campos de Waterloo, consciente de los beneficios que la paz de la UE ha traído a este continente.
Angelos, un estudiante de instituto griego que creció durante la crisis financiera y vio lo que es un colapso económico.
Iván, un refugiado del conflicto yugoslavo, que nunca permitirá que vuelva a ocurrir lo mismo en suelo europeo.
Y muchos más, desde todos los rincones de este continente.
Necesitas soñadores para convertir una chispa en una llama.
Durante los últimos dieciocho meses, la llama ha crecido.
En Volt, ya no estamos susurrando: estamos gritando para presentar a este continente una visión de futuro.
Un futuro en el que la UE no sea una máquina rota, sino una casa en crecimiento para todos los europeos.
Un futuro en el que nuestro continente ofrezca compartir beneficios y oportunidades económicas para todos.
Un futuro en el que todos se sientan cómodos en nuestra sociedad, sin importar el género, el color de la piel, la religión o cualquier otra tendencia.
Hoy, aquí en esta plaza, nuestra llama se está convirtiendo finalmente en un fuego.
Hemos viajado desde todos los rincones de Europa para estar aquí. Hemos sacrificado tiempo y dinero para presenciar este momento histórico.
Hemos contribuido a la creación de un milagro moderno: un partido transnacional, todavía impulsado por ciudadanos comunes, todavía sostenido por pequeñas donaciones, todavía sin el apoyo de antiguos políticos o multimillonarios.
Somos los Volters: individuos valientes que decidieron no inclinar la cabeza, permanecer en silencio y esperar que la tormenta pasará. Respaldado por miles de personas en toda Europa, has decidido gritar a todo pulmón: “Sí, podemos dar forma al futuro” — ser una alternativa a la vieja política y a los extremistas, y una esperanza para todos los que creen en Europa.
Bueno, mira a tu alrededor. Esto es lo que hicimos. NOS encontramos unos a otros. NOS organizamos ¡Y estamos construyendo un movimiento paneuropeo para el cambio!
Volt es una casa política para aquellos que no quieren ser moldeados por el pasado, sino hacerlo con el futuro.
Por eso te pido que cuando llegues a casa, después de este fin de semana, uses esta misma energía que estamos experimentando hoy en cada ciudad, comunidad, hogar.
Somos Volt. Somos Europa. Podemos dar forma a tu propio futuro.
Ahora dejaré la palabra a una de las primeras personas que me escucharon ¡Damian!